Sigo con la película de Hong Kong. En su favor, de 1999. Ya por
aquel entonces se nos muestra un Hong Kong sucio, real, y mágico
a la vez. Los protagonistas están en buena medida condenados a
vivir en ese pequeño laberinto de callejuelas que es Kowloon.
Aún hoy en día esta parte de la ciudad sufre del
desarraigo de la gran isla llena de rascacielos y ejecutivos
encorbatados. El delta del río que separa la isla del continente
sigue siendo uno de los parajes más asombrosos que existen en
todo el planeta. El viaje de ida, desde el continente, es grato y
ansioso; uno quiere llegar a la zona limpia y más aseada, en
busca de una idea de lo que es, o fue, el éxito de la colonia.
Sin embargo, paseando por la propia isla, también uno se
encuentra con callejones sin salida, puestos de comida dignos de
aparecer en cualquier saga medieval, en los que la sangre de los
animales se mezcla en el suelo con el agua de las mangueras que
intentan atenuarla. Un paseo delicioso, al fin y al cabo. Es al volver
al continente, y ver de nuevo la suciedad y la sumergida
economía de la que vive esta parte de la ciudad, cuando uno se
da cuenta de que no debe ser nada fácil vivir en ésta. Y
eso que el viaje desde el aeropuerto hasta la estación central
le hace pensar al turista que Hong Kong bien podría ser la nueva
ciudad de sus sueños. Volviendo al cine, la película se
llama
Love Will Tear Us Apart
(1999) y no deja al
espectador indemne después de verla. Las escenas en el bar, y
las correrías por las callejuelas muestran momentos de la vida
de unos inmigrantes chinos intentando sobrevivir. Recomendable de todas
todas.
Hacia Kowloon
El Mapa del Tesoro
Toca el turno a los tailandeses.
La primera película fue un pase nocturno de la sensual e
interesante
Ploy (2007). Del director,
Pen-Ek Ratanaruang, es la tercera película que veo.
Quizás sea la mejor. La primera,
Last Life In Universe,
(2003), fue una
agradabilísima sorpresa. Asano Tadanobu, ese actor
japonés a veces tan cercano, realza el espíritu relajante
de la película. Las últimas escenas en el río
Dotonbori de Osaka también me ayudan a recordar mejor la
película, eso sí. La segunda película,
Invisible Waves,
(2006), con la que
repite con Tadanobu es un bajón de calidad, y en realidad se
repite el esquema de Last Life pero sin un objetivo concreto. Llena de
imágenes bastante sugerentes, la historia no se tiene mucho en
pie. En Ploy, algunos vicios de Ratanaruang se repiten. Su
obsesión por la lentitud en este caso no hacen resentirse a la
película. Una pareja llega a un hotel. Ella se queda en la
habitación y él baja a recepción a comprar tabaco.
Un zoom a una cajetilla de tabaco es el que hace que el esquema
espacio-temporal de la película se rompa, y el director juegue,
sin abusar, con el espectador. Hay una serie de imágenes muy
bellas, otras muy atractivas, y en definitiva, la película bien
puede ser una especie de sueño dentro de un sueño.
Recomendable este director. A visionar por la noche; si es
cálida, mejor.
La segunda película
tailandesa fue
Wonderful Town
(2007). Otra especie
de película-sueño, en la que parece que también
los actores se dejan llevar por el carácter tropical de su
clima. Un comercial llega a un pueblo tailandés que en su
momento fue arrasado por el gran tsunami de las Navidades del 2006. Se
enamora de la joven que trabaja en el hotel en el que se aloja. Algo,
que no se explica en la película, que bien puede ser la pura
casualidad, o la venganza que crea ésta, hace que la
relación sea finalmente imposible. A destacar lo etéreo
de la película; la sensación que sugiere es la de que en
cualquier momento
todo puede
cambiar. Eso sí, los factores que producen el cambio
están ante nuestros ojos. No hay por qué ir muy lejos;
quizás solamente hasta la orilla de nuestro río.
Poco a poco el cine
tailandés va tomando cuerpo, fuera de las historias de terror y
del sabor a leyenda clásica tropical. Sin dejar de lado su
origen, y el toque esteta de sus directores, hay que tener muy en
cuenta a este cine en el futuro.
Ploy: en el hotel de los
sueños, fumando
Antes de pasar al cine coreano,
comentar la película filipina y malaya. Se trata de
Tambolista (2007), la primera.
Director: Adolfo Alix Jr. Evidentemente, en la película no
aparece el decorado que se le proporciona directamente al artista al
poner la cámara en las calles de ciudades como Osaka o Hong Kong
(y esto lo escribo por mi pasión por la gran metrópoli
deshumanizada). Se muestra a un grupo de jóvenes en busca de su
propio futuro. El protagonista y sus amigos recurren a la música
para soportar mejor su vida cotidiana. Pero surge la tentación,
y más tarde, la tragedia, en mitad de una gran calle. La
película es digna, muy digna, respecto a sus limitaciones.
Futuro hay. Presente es. Cine filipino.
De Malasia llegó
The Beautiful Washing Machine
(2004), de James
Lee, hombre al menos obsesionado con la palabra
love, no sé si con el amor,
si nos fijamos en el título de sus películas. La
película es un arrebato surrealista, de la que se puede decir
que su protagonista es una lavadora; al menos es el objeto/persona que
más planos recoge. Se hace a ratos interesante, según sea
más o menos confuso el argumento del momento, y a ratos, se hace
difícil de seguir. Grandes planos, sobre todo las escenas
finales en el supermercado, bastante influidas por la
película de Godard
Tout
Va Bien (1972).
Hay que afrontarla con ganas de ver cine. No un cine diferente, sino un
cine que necesita mayor esfuerzo por parte del espectador.
Gran Cartel
Corea. Tres películas muy
diferentes entre sí. La primera que vi fue el documental
Dear
Pyonyang (2005),
que trata de una familia norcoreana, parte de la cual reside en Corea
del Norte, y parte, en Osaka (para ser más específico, en
el barrio de Ikuno). Se describe, poco a poco, las relaciones de la
hija y de su padre. ambos en Osaka. Él afronta la muerte,
mientras se muestra al espectador el proceso por el que los tres hijos
restantes fueron enviados, de pequeños, de vuelta a Corea del
Norte. Han pasado muchos años desde aquello (cuando el
régimen coreano todavía mostraba signos de fuerza
económica, y sobre todo política y social) y en estos
días, el padre poco a poco es consciente del destino al que
condujo a sus hijos. El tema es tratado con mucho cariño,
así como la situación general de los coreanos de segunda
o tercera generación nacidos en Japón. Una
película que también es aconsejable para cualquiera
interesado en las relaciones entre japoneses y coreanos, con la ventaja
de poder vislumbrar desde más cerca la situación de un
país tan misterioso como Corea del Norte. Un gran documental.
La segunda película, que
se tornó finalmente ganadora del Festival, es
Secret Sunshine (2007). De
duración algo exagerada, sufre también de un guión
demasiado cargado. Suceden demasiadas cosas a la protagonista, y surge
de nuevo la total indiferencia que sienten los directores coreanos
hacia el concepto de verosimilitud. No voy a entrar en el argumento,
que tiene su gracia, pero limitada. Quizás dentro de unos pocos
años el
boom que vive
el cine coreano colapse. ¿Por qué? Porque el mismo juego
repetido muchas veces cansa. O a mí por lo menos, que ya he
visto unas cuantas películas coreanas -comedias,
básicamente- que rozan el plagio entre ellas, y que una vez
consumido el efecto sorpresa, me dejan cada vez más indiferente.
¡Ojo!, esto no quiere decir que no haya que seguir viendo bien
atento todo el cine coreano que se nos venga encima. Hay muchas perlas
por ahí sueltas. Lo mismo que con el cine japonés,
taiwanés y hongkonés. Con el resto, la aversión al
riesgo debe ser menor incluso.
En resumen, gran selección
de películas las que pude ver, con dos obras maestras incluidas,
en mi opinión. De mucho mérito el esfuerzo de este
Festival para hacer llegar al espectador las grandes posibilidades del
cine asiático.
Como ejemplo que yo propongo, me
gustaría ver en pantalla el tríptico sobre el amor (en
una sola película)
About
Love (2005)
en la que se muestran diferentes historias en las ciudades de Tokyo,
Shanghai y Taipei. Eclecticismo asiático absoluto. Argumentos
facilones, pero muy bien conseguidos. Maravillosos
decorados.