Tuesday,
October 04, 2005
El
Poder De Las Palabras
En condiciones realmente diferentes a las normales que se viven por
aquí, en el Japón más de vigilia que de
sueño, de vuelta en "casa" uno encontró más tiempo
para dormir, y en consecuencia, para leer de una manera más
placentera (aunque a más de alguno le pudiera parecer esto
paradójico). Las vacaciones ideales deberían ser
dedicadas al arte de dormir y de leer. Nada más. Una parada en
la gasolinera para nuestro cerebro, recargándolo de neuronas a
través de la imaginación, del esfuerzo intelectual y de
permisividad temporal y espacial a través del sueño, sin
malditos despertadores, culpables de a saber cuántas ideas
geniales perdidas por mentes a las que no se les deja el suficiente
tiempo para dejarse llevar.
El autor que elegí esos días fue el norteamericano Henry
James. Autor complicado donde los haya hoy en día. Cada vez es
más difícil introducirse totalmente en una lectura, por
lo menos para mi. Son ya multitud de factores influyentes. El mentado
sueño, la diversidad de aparatos electrónicos que nos
rodean, que provocan la imparable pérdida de
concentración que se produce en este mundo moderno, y todo por
esta nueva tentación que padece el hombre del siglo XXI a querer
asimilar todo a traves de cables USB.
Henry James (1843-1916) nació en Nueva York, pero desde 1875
vivió en Inglaterra, y en 1915 quiso tener la nacionalidad
inglesa y perder la americana (en principio porque los americanos se
negaron a afrontar el conflicto de la Primera Guerra Mundial -
cómo cambian los tiempos, seguro que hoy en día muchos
estadounidenses cambiarían de nacionalidad porque su país
afronta demasiados conflictos él solito). Henry James siempre
escribió desde cierto punto de vista inocente, en busca de las
claves que son necesarias conocer para vivir en la sociedad europea.
Sentía, y con razón, que las que se utilizaban en su
propio país no tenían ni el poder de sugestión ni
el suficiente interés como para basar su propia vida en ellas, y
se marchó a Europa, dispuesto a conquistar intelectualmente y
para sí mismo el enigma de cómo era "el viejo
continente". La ventaja que tuvo James y no tenemos nosotros, por
ejemplo, es que fue acogido en Inglaterra con un idioma común, y
unas gentes que, sabiendo que trataban con una persona de excepcional
capacidad de análisis, no tardarían mucho en aceptarle
como a uno más, a Henry, "el americano".
Sus novelas y relatos están llenos de personajes americanos que
llegan a Europa despistados, inocentes respecto a diversas maldades que
nosotros conocemos bien, y se ven muchas veces en situaciones que les
provocan shocks culturales. Son variadas las consecuencias que ofrece
James ante lo que les pasa a sus personajes, pero normalmente, la
pérdida de esa inocencia cuesta un precio, en forma de
pérdida de los valores que se trajeron de su casa, y una no
ganacia de valores nuevos encontrados en Europa, sencillamente porque
no son capaces de aceptarlos; a veces lo que se pierde es la vida, o un
amor, o el amor propio, tras una degeneración que es imparable.
En general, James no es optimista respecto a esta búsqueda. Hay
que decir que por mucho que el amara Europa, no acabó de
encontrar esposa, sino un matrimonio con ideas, y gran cantidad de
esbozos de variadas ideas, que le servían para desarrollar sus
largas novelas y relatos.
Tres son los relatos que lei, no demasiado largos, pero llenos de
densidad. Se hacen ahora al lector quizás algo pesados en cuanto
a argumento. La historia del caballero francés que engaña
a su nueva y bella esposa americana, las andanzas de un tutor ante la
inusitada inteligencia de su pupilo, las reflexiones de un periodista
ante la hipocresía de su jefe, no son tramas demasiado
atractivas hoy en día, pero en la reposada lectura que hay que
hacer de James, lo que hay que buscar es la belleza del lenguaje
(contando con una buena traducción) y dejarse llevar por los
pensamientos por los que el mismo James se dejó llevar en su
momento. Famoso escritor es por dominar "el punto de vista". Introduce
una historia en primera persona, luego pasa a contarla en tercera
persona, dejando de lado el pensamiento interno del protagonista, para
manejarlo a su antojo en la tercera persona, y después es capaz
de volver a la primera persona, seguir con otro personaje,
etcétera. Y hay que andar pasando páginas hacia
atrás, para a veces enterarse bien de qué está
pasando exactamente. Introduce diálogos, a los que luego
más tarde hace mención leve, o directamente. Una
maravilla de construcción.
No puedo poner ejemplos aquí de memoria (se me olvidó el
libro en un tren en la parisina estación de Austerlitz - bonito
lugar para dejármelo olvidado, por cierto).
Otra vieja cuenta pendiente que tengo con el viejo Henry es con su
última novela, inacabada, "The Sense Of The Past" (1916), que yo
mismo dejé inacabada de leer. Una de esas obras maestras que se
queda olvidada en el tiempo, no publicada todavía en castellano,
que precisamente trata el tema del viaje en el tiempo de una manera
exquisita. Aún es difícil encontrar información
sobre ella en inglés. Trata la historia de un estadounidense,
que hereda una vieja casona inglesa, en la que hay un retrato, que para
ser pintado tal como es, debe uno viajar en el tiempo, e
imposiblemente, claro, para verlo terminado, hay que volver. Repito,
uno de esos libros (inacabados) que no se por qué está
tan olvidado por parte de las editoriales y los estudiosos de James.
Decididamente, recomiendo la lectura de Henry James, en momentos de
sosiego, en búsqueda de belleza formal, y esperando experimentar
en carne propia, nada más y nada menos, la salida de una mente
confusa de un mundo diferente en la forma de contínuos tour de
forces literarios.
James lo hizo a través de la experiencia propia.
Desafortunadamente, lo que nosotros tenemos ante nuestras narices en
esta sociedad japonesa no es algo tan fácil de descubrir, de
describir. Primero necesitamos a alguien que nos materialice en
palabras e ideas lo que no podemos alcanzar a ordenar en nuestra mente
para luego, en todo caso, poder canalizarlo en forma de historias donde
nuestros personajes a su vez se las vayan arreglando. Pero, hasta
ahora, no he conocido a ningún japonés que esté
por la labor, la de meterse en lo que sería un pub inglés
(un izakaya), beber una pinta de cerveza (una jarra de sake) , y fumar
un cigarrillo mientras nos cuenta claves y nos da la combinación
inicial para abrir la caja fuerte que ha construido esta gente durante
tantos años.
Volviendo al viaje en el tiempo, me gustaría ver a James
llegando al Japón actual, ver cómo rechazaría toda
la mierda que ha llegado aquí del que fuera su país
natal; ver cómo sería capaz de atravesar el cerebro de un
japonés con su inteligencia, y acto seguido, ver la cara que se
le quedaría a este al verse retratado perfectamente en una nueva
obra maestra en forma de novela. Porque yo confío en la mente de
James. Sinceramente, me gustaría conocer reacciones de japoneses
ante su lectura. Pero cuando llegue el día que lo lean, si es
que llega alguna vez, quizás todo haya perdido significado.
Mierda. Y gracias, Henry.