9
de
Mayo de 2005
Los
Olvidados
Iraní,
japonés. danés,
inglés, yanki o lo que sea, Luis Buñuel, junto
con Jesus Franco, cuenta para mi con todas las armas habidas y por
haber para estar a la altura de cualquier director.
Me
animé a ir al
"cine" Planet en Umeda, "sala" no de
butacas, sino de banquetas (24 exactamente, en 4 filas de 6 cada una).
Hay que decir que han añadido una pequeña
almohadilla para que los cuartos traseros no acaben del todo
deshauciados.
Con
mis reservas de
sueño bajo mínimos, no me
supuso ningún problema ver la película entera.
En
general, la historia
baja del todo a la miseria humana que existe en
la ciudad de Mexico, centrándose en un grupo de
chavales,
que huyen de sus casas simplemente porque no pueden ser ni educados
ni
alimentados por sus padres.
La
película,
aparte de tener una carga de denuncia social
brutal (me da que sería hoy prohibida en unos
cuantos
países), guarda una serie de imágenes para el
recuerdo de toda una vida.
Comento
algunas,
-
cuando la nena rubita
se echa leche de cabra recien
ordeñada por la piernas.
-
siguiendo con la
leche de cabra, cuando el chavalin "Ojitos" no tiene
reparos en ordeñar la cabra via oral.
-
el sillazo que
está a punto de meter a su madre el bueno
de Pedro.
-
en general, el
personaje de El Jaibo está dirigido
soberbiamente. Pocos personajes tan hijos de puta he visto en
una
película.
-
la secuencia de la
pesadilla de Pedro es eso, una pesadilla. Que
vayan los yankis y los Hideos Nakatas y demás
aprovechados
a
verla.

¿Qué
habrían pensado los japoneses? No
lo se, y
tampoco,
por
esta vez, me importa en absoluto.
Ya
tenía vista
la película (hace 2
años y medio en el Festival de San Sebastián),
pero no por ello perdió un ápice de su fuerza, y
de su frescura.
Le
doy un
10 sobre 10,
a la película y a Buñuel,
por haberme permitido tomarme cumplida venganza idiomática
en pleno centro de Umeda.
¡¡LISTILLOS!!
¡¡NO OS ENTERAIS DE LO QUE OS ESTA CONTANDO EL
SEÑOR DIRECTOR!!
24 de Agosto
de 2005
Un
Sueño Within A
Dream
"La
única salida
que
se tiene en determinados casos en los
que se intenta evitar ciertos tipos de sueño no puede ser
definida aquí. Quien esté en posesión
del secreto
conocimiento que permitiera salir de un estado cercano a la catatonia
provocado por el sueño, no dejaría de seguir
estando
medio loco por descubrirlo o no a terceras personas. En caso de
hacerlo, acto seguido sería irremediablemente condenado a la
hoguera. Sin embargo, esto último es lo que menos
habría
de preocuparle al hipotético personaje."
Libro de Horas
Fementidas, publicado en Calanda, año Inquisidor 1543.
Sólo
los que se
ven sometidos a la costumbre de tener que
levantarse semana tras semana, y varias veces en una de ellas, al
asceta horario de las 6 de la mañana, como es el caso del
que
escribe esta crítica salida de la pesadilla, conocen la
tortura
que supone, no el levantarse, sino
el acostarse.
Nunca es
tarde, cuando todavía no vemos el abismo, pero al verlo,
representado en una clara imagen de un despertador marcando la una de
la madrugada, los ojos no se cierran, se abren, y estamos dispuestos,
en un dulce insomnio, a la aventura. Porque el que no quiera adentrarse
en el mundo del estado catatónico, está condenado
a la
pastilla, o al despido.
"Quiero decir que el
sonido
era un silabeo claro; aún
más, asombrosa, aterradoramente claro. El señor
Valdemar
hablaba y era
evidente que
respondía a la pregunta que
minutos antes yo mismo le había formulado. Como se
recordará le pregunté si seguía
dormido. Y su
respuesta fue: - Sí... no...
estuve durmiendo...
y
ahora... ahora...
estoy
muerto."
No se por
qué,
pero hoy, a eso de las 5 de la tarde, en ese
estado del que hablo, he acabado tumbado en la cama, con una
antología de relatos de terror entre las manos, y en cuanto
he
visto en el índice el nombre de Poe, me he lanzado a leer
"Los
hechos en el caso del señor Valdemar" como un
poseído.
Existen
maneras de ver
una película, y también
hay
maneras de leer un relato. Hoy se daban las condiciones ideales para
leer lo que he leido, pero más porque, como digo, ha sido
improvisado, que por otra cosa. El estado descrito no es sino una
repetición cotidiana. Lo que no se puede repetir, y tampoco
intentar provocar a conciencia, es la sensación de asombro
ante
esa lectura que nos deja pasmados, y que puede durar largo tiempo en
nuestra memoria. Se produce una auténtica catarsis, una
limpieza
mental que para sí quisieran muchos monarquillas de la
Iglesia.
Tras
terminar el relato
de Poe, he empezado a leer uno de una tal Pilar
Pedraza, seguro que válida representante española
para el
género, pero no así para evitar que cayera
dormido a las
dos páginas.
Me he
quedado en este
párrafo, que es una
descripción al
más puro estilo pajero, que decía así,
"Todos
dormían en
la
ciudad menos los gatos en celo y una
yegua que estaba malpariendo en los barrios del sur. La brisa
traía sus lamentos. La noche hubiera sido hermosa, de haber
habido ojos que la miraran. Cuando la luna asomaba entre las nubes, el
mundo se volvía gris y negro, cada detalle nítido
como en
un grabado a buril. Y cuando aparecía en medio de un claro
toda
entera, estaba pavorosa....
(me ahorro de copiar un trocito) ...
No era posible imaginar corazones latiendo bajo aquel gélido
velo de platino, ni amor ni miembros cálidos
enlazándose
en colchones de plumas".
Semejante
majadería acaba con cualquiera, aunque
podríamos dar el beneficio de la duda a la
señora, porque
todavía no he acabado el relato.
El caso es
que he
puesto la alarma del despertador a eso de las seis y
media, y me he dormido ipso facto. Estaba soñando, y
juraría que todo era una mezcla de Poe y Pedraza, cuando ha
sonado el despertador. Ya era de noche. Y me he despertado de un
sueño para entrar en una pesadilla. De verdad pensaba que
era la
madrugada y debía ir a trabajar. He apagado el despertador,
pero
como si fuera algo que fallaba, el reloj marcaba las seis y media, y no
las seis, que es mi hora acostumbrada para estos casos. He tardado
varios segundos en darme cuenta de que en realidad, era una siesta.
Incluso he mirado al lado de mi cama, y he visto que no
había
nadie, quizás en un gesto de pérdida de mi
persona, en
busca de alguien que me pudiera haber acompañado en el corto
viaje nocturno.
Luego, he
vuelto a
recordar a Poe, al señor Valdemar, al
Angel
Exterminador, y las sensaciones que podemos llegar a vivir con la
influencia simplemente de la costumbre. Pero hoy he limpiado mi mente,
y ahora lo celebro bebiendo un vaso de vino, a la salud del
Señor de las Letras, en buena
compañía, y ese
nubarrón negro que posa siempre encima de mi cama las noches
que
preceden a un madrugón ha desaparecido.
P.D.:
Es el despido el que se produce en "El Angel Exterminador" como
posible salida a la pesadilla en el caso de los criados que salen de la
casa al principio de la película. Pero Buñuel no
es amigo
de lo práctico: la salida de la pastilla en la
película
no existe, y lo que queda, es el insomnio, la pesadilla dentro de
éste, y la confrontación con la estupidez humana.
¡Dejadme
salir de
aquí!
7
de Marzo de 2007
Ich
no Rancia
Fementido
debe admitir de partida su más absoluta ignorancia.
Es sano y liberador escribir sobre películas que poca gente
ha
visto, sobre todo si se trata de cine asiático. La
tranquilidad
que supone ver una película de la que nadie te va a hablar
en el
resto de tu vida es algo que me relaja, y me deja el cableado engrasado
para una buena temporada.
Sin embargo:
-¿Qué te
parece la última película de
Bond? ¿Y el rimeik* de Scorsese?
-Lo siento, no he visto nada de eso. ¡Déjame en
paz!
¡Joder!, no me vengas con exclusivas de revistas del
corazón...
Y es verdad que el tipo se aleja y me deja en paz. ¡Pero
qué paz! señores, no la conocen usted bien.
* Rimeik es un modelo de una famosa marca de pistolas
automáticas que se tuvieron que retirar del mercado. Se
vendían con la sorprendente cualidad de matar dos
pájaros
de un tiro, pero resultaron ser demasiado peligrosas, porque una de las
balas siempre se volvía contra el portador de la pistola.
(consulten el término en Kiwipedia, para más
información).
De hecho, tengo la cabeza llena de historias, de caras y de rostros, de
gestos y de planos. De actrices y de coches que no conozco; de
problemas y de soluciones; de perspectivas; de malvados y de modernos;
de anticuados y de personajes que deberían ocupar su lugar
en el
santoral católico (hoy en día, con los mismos
problemas
de insalubridad y hacinamiento que existen en las cárceles
españolas).
Que nadie me pregunte de dónde procede esta
información
(sí, información,
doctor X), si el actor es tal o
cual, o si el director ha ganado un premio en Cannes, Berlín
o
Valladolid. Lo que tengo claro es dónde no han ganado
ningún premio, cosa que me dobla en cantidad el relajamiento
y
el disfrute, tanto el intelectual como el ocioso.
Pero Fementido esta noche se enfrenta con uno de sus peores fantasmas.
Vuelve a sus orígenes, y se propone escribir sobre una
película que ya de por sí se estrenó
con graves
problemas de identidad. Siendo el director mexicano, la
película
se vende al mundo como mexicana, estando rodada en Segovia, con actores
españoles, y que trata sobre la Guerra Civil
española.
Supongo que por culpa de ésta, las películas de
Buñuel rodadas en Francia son consideradas como francesas, y
las
rodadas en México como mexicanas. Y a estas alturas, en el
año 2006, 70 años después del comienzo
de la
Guerra, tiene que ser un mexicano quien tenga que ir a
España y
rodar un tipo de película que parece seguir siendo
tabú
para muchos.
"El Laberinto Del Fauno" tiene una serie de cualidades excelentes, a
pesar de haber ganado tres premios de esos, y de haber sido vista por
un montón de gente que no habla español y no la
puede
entender de verdad.
Yo destaco la contraposición entre la ficción y
la
realidad; se alcanza un equilibrio perfecto.
Los vencedores de la guerra crean un país de
ficción en
el mundo real; su particular país
de hadas negras,
con toda una mitología especialmente falsa, cruel y
aterradora.
Los perdedores, llenos de sueños (por lo tanto de ficciones)
se
ven abocados a la muerte, pero resurgen en la película (como
si
de zombies se tratasen) con una fuerza abrumadora.
El
mundo infantil de Ofelia, la pequeña niña ajena a
todo lo
que le rodea, no está exento de peligros. Ofelia debe
controlar
sus instintos. No le importan el barro, los bichos, la fealdad del
fauno, la imbecilidad de su madre, o sus zapatitos de charol. Lo que
ella quiere es alcanzar el final de la historia, poder seguir leyendo
del libro blanco; cuenta con el cariño de la criada que
colabora
con los otros,
y con las pequeñas hadas. Debe cuidarse
de no dejar llevarse por la tentación de comer de la misma
mesa
de la que come su padrastro demente (el mismo que tiene los ojos en las
manos - todo lo que ve debe ser destruído por
éstas).
Este personaje, el de Ofelia, consigue hacer viajar al espectador con
una naturalidad muy pocas veces vista. Se viaja a un mundo
construído con mucho esmero, finura y estilo, sin abusar
nunca
de las posibilidades técnicas.
Pero es un viaje difícil, muy
jodido, porque en
él uno se muere, pero a la vez sale más vivo de
lo que
estaba dos horas antes de ver la película.
Mis respetos a Guillermo del Toro.