Retrospectiva
a Nagisa Oshima, (大島 渚 Ōshima Nagisa)
Murió el pasado 15 de Enero de 2013 en Fujisawa, Tokyo, por
neumonía. El Festival ya había decidido dedicarle su
retrospectiva antes de esta fecha.
A modo de contexto.
El equipo del Zinemaldi decide hacer una retrospectiva de un director
japonés. ¡Muy bien! Pero claro, hay que elegir un
director. A diferencia de la heterogénea selección de
películas del ciclo “Japón en Negro” (2008),
el problema de quedarse con un sólo director japonés al
organizar un ciclo es que su obra puede sufrir de cierta
incomprensión y aislamiento, ante la falta de títulos
externos que sirvan como puntos de apoyo, para una mejor
comprensión general; o al menos, para una comparación
(que siempre le viene bien al cinéfilo). Algo que no suele
ocurrir con un director occidental, porque es mucho más
fácil ubicarle, y forma parte de nuestra cultura.
Entonces, ¿qué ocurre con el cine de Oshima? ¿Era
un completo outsider?
¿Solamente él hacía ese tipo de películas?
¿Es mejor contemplar su obra como la de un pintor único,
loco, isla dentro de su propia isla? ¿O su cine responde a una
serie de causalidades de su propio tiempo y espacio, que se aprecian
igualmente en sus colegas contemporáneos? Por un lado, no
haría falta contestar a estas preguntas. Mejor nos quedamos con
el misterio. Por otro, es apetecible teorizar un poco.
Cierto cine que se hizo en Japón a finales de los años
sesenta y muy principios de los setenta sí que cumple una serie
de patrones comunes. La preocupación por el futuro del
país ante el atiborre de cultura Occidental que sufría el
japonés medio de aquellos años; la situación
política con Estados Unidos; el papel de las utopías
izquierdistas en ese futuro. En definitiva: eran momentos en los que un
Nuevo Mundo era posible, y muchos japoneses lo veían de verdad
posible, real, al alcance de la mano. Cuantificar estos “muchos
japoneses” no es fácil. Relativamente, quizás no
eran tantos. Pero representaban una corriente importante de
pensamiento. Mucho más importante a un nivel profundo, de
subconsciente, que en cualquier país europeo o americano.
Quizás por estar ese posible Nuevo Mundo tan introducido en el
consciente colectivo de la sociedad japonesa, el shock ante la realidad
de principios de los años setenta fue tan duro. El cine no fue
ajeno a todo esto. Las películas de Oshima, y de sus
coetáneos colegas, dejaron de tener sentido. Los japoneses de
alguna manera se sintieron defraudados, o bien, cansados, o simplemente
a otra cosa mariposa. Basta de post-guerra, de posibilidades que
sólo conllevan auto-castigo y reconocimientos de culpa. El
famoso concepto de self-abnegation.
Extenuantes y continuos análisis del yo como colectivo y como
individuo: esa lucha cotidiana, día a día, del esquema
social imperante, competitivo y estresante, contra el esquema
individual, que aspira a un mañana mejor y más humano.
Fin.
En esos años setenta los japoneses vivieron su particular
adhesión a las nuevas tecnologías. Si bien en Occidente
hoy en día, en el año 2013, es difícil entender la
vida sin Internet, y sus múltiples ramificaciones, en el
Japón de aquellos tiempos ocurría algo parecido, a un
nivel más analógico. La promesa de un Nuevo Mundo se fue
especificando cada vez más en un individualismo
electrónico. ¿Qué pensaría el bueno de
Oshima ante la llegada de las primeras consolas Nintendo?
Volviendo hacia atrás. Quizás la proyección
más importante del ciclo era la del cortometraje “Asu No
Taiyo” (1959). Uno de sus primeros trabajos. 6 minutos.
¿Qué es lo que vemos? Una especie de “Cine de
Barrio”. Algo totalmente chabacano, estúpido, aburrido.
Podría ser japonés, español o americano. Pero a
falta de una máquina en el tiempo para poder comprobarlo, se
puede pensar que era más bien este tipo de cine el que se
consumía mayormente por aquel entonces.
El cine que empieza a desarrollar Oshima, sobre todo después de
dejar a la productora Shochiku (y empezar con Sozosha, la suya propia),
solamente estamos en 1960, es de una radicalidad evidente. Para aquella
época, para aquel público. Como el resto del cine
japonés. Es decir, lo primero que hay que pensar es lo
siguiente: Japón es un país que todavía disfruta de una independencia
cultural absoluta en cuanto a sus propios trapos internos. Y a la vez
cuentan con los medios. Cámaras, actores, productores, estudios.
En esta combinación creo que está el quid.
Es como si de repente a los caballeros medievales, o a los romanos, o a
los indios norteamericanos, se les enseña cómo rodar una
película. Y lo hacen. Pues alguien, alguno de esos nuevos
directores, trataría de explicar en su película su propia
condición de ser humano, su percepción de la cultura, de
su país, desde un punto de vista crítico, casi
auto-lesionante. Sin prácticamente conexiones con el resto de
sus coetáneos, excepto las que surgen según pasa el tiempo de
rodaje y de producción. Es decir, hay un momento en el que por
ósmosis cinematográfica, las películas empiezan a
compartir elementos, simplemente porque el ser humano es un imitador
nato. Oshima se hace colega de Adachi, y Adachi de Wakamatsu, etc,
etc… (no necesariamente en este orden). Lo más importante
es esa época, ese tiempo en el que nace, se reproduce y muere
ese cine japonés que es único, irrepetible. Por un lado,
tan insondable como lo puede ser una historia bíblica, o un
pasaje de una tragedia griega. Por otro, tan infinitamente humano, y
común a todos.
Creo que así puedo describir el cine de Oshima. Puntual,
radical. Difícil, hasta cansino hoy en día. Otra cosa es
decir rebelde; hasta cierto punto. Oshima cumple con el papel que le
toca en ese momento. Alguien tenía que hacerlo. El
público exigía su parte, harto de ver cine de barrio.
Sin embargo, hoy en día, nadie, empezando por los propios
japoneses, está por la labor de ver con frecuencia
películas de Oshima. Sólo alguien apasionado por la
tragedia, en un momento, en un lugar. Es como leer una y otra vez a
Sófocles.
Por todo esto, y volviendo de nuevo al principio, quizás hubiera
sido mejor programar un ciclo sobre el Nuevo Japón de los
años sesenta, intentando combinar un poco todas las
posibilidades. Por ejemplo, incluir películas populares de la
época según recaudación. Y tejer a la vez una
pequeña red de conexiones entre los nuevos directores de la
época (Oshima, Fukasaku, Kobayashi, Teshigahara, Imamura,
Shindo, Wakamatsu, Adachi, Suzuki, Ishii…) comparándola
también con los maestros (Ozu, Kurosawa, Kinoshita,
Naruse…). Informar bien al público del objetivo del
ciclo. Pero todo esto es pedir demasiado, ya lo sé. ¿Se
podría, por otro lado, haber elegido a otro director? Sí,
pero tampoco no cambiaría mucho la situación que he
intentado describir.
Parte del público salía rallado de algunos pases.
Sabiendo un poco mejor el contexto de las películas…
Sobre el papel del director
en Japón.
Esto ya es meterse en camisa de once varas. Pero, ¿qué
tendrían que decir los actores, cámaras, iluminadores,
maquilladores, y el largo etcétera de personas necesarias en un
equipo de rodaje? ¿Qué pensarían de Oshima?
¿Y en general, de la figura del director? Porque en
Japón, con un director que quiere denunciar la forma de ser del
japonés y de su país, ¿en qué medida los
métodos y comportamientos que quiere denunciar en su
película son usados en el rodaje? Está claro que
directores como Kurosawa no se planteaban esto. Pero me gustaría
haber acudido a un rodaje de un Oshima. Porque, claro,
¿dónde se queda la rebeldía si se cuenta con un
equipo de personas que están dispuestas a hacer una serie de
cosas que en un rodaje que en Occidente serían impensables?
Aquí quedan estas reflexiones.
Sobre el libro dedicado a
Oshima.
Si bien en el párrafo anterior se pide un casi imposible, lo que
trato aquí tampoco es pedir tanto (creo). El libro está
lleno de pequeños artículos que en conjunto tampoco
aportan tanto. El típico análisis de película por
película que no ayuda demasiado a tener una visión de
conjunto. Quizás para un cinéfilo, pase. Pero creo que la
ocasión se presentaba excelente para hacer un análisis de
la época más profundo, y a más niveles.
Recomiendo la lectura del artículo de Go Hirasawa, Nicole
Brenez, Daniel Aguilar y Carlos Losilla, más los propios textos
de Oshima, que no son muchos. Son los artículos que en mi
opinión mejor ayudan a entender el cine de Oshima. Los de Daniel
y Carlos en concreto, recuperan el ambiente que se vivía en el
Japón de su momento, y nos hacemos una mejor idea de la
situación (aunque se trate ya de una época bastante
tardía, muy avanzada la década de los setenta).
Antonio, Quim, Daniel, Chris.
Acudiendo a la propia presentación del libro (en la que hubo muy
poca gente), se pudo disfrutar de la presencia del sensei Daniel Aguilar, del
inteligente Quim Casas (coordinador del libro), de Antonio Santamarina
(gerente del madrileño Cine Doré de la Filmoteca
Española) y de Chris Fujiwara (crítico).
Santamarina fue sincero: “no me va a dar tiempo a leer el
libro”. Casas, también lo fue: “las personas a las
que me dirigí para preparar el libro y yo en realidad nunca
hemos tratado el cine de Oshima”. Fujiwara, soberbio y
pretencioso como él solo, se sacó de la manga una
invisible ouija, y como si el mismo Oshima hablara a través de
él dijo: “Oshima odiaba Japón”.
¿Cómo se puede afirmar tamaña cosa con tanta
rotundidad? Sólo él lo sabrá, pero no se puede ser
tan desafortunado en la presentación de un libro. Daniel Aguilar
sentó cátedra una vez más, y se limitó a
decir que incluso en los videoclubs japoneses no se encuentran tantas
películas de Oshima como cabría pensar. El tipo de
información que realmente interesa.
Lista de títulos de la
retrospectiva:
Los subrayados son los que he visto durante el Zinemaldi.
Los que llevan un asterisco son los que ya tenía vistos de
antes.
Ai to kibo no machi / Street of Love and Hope - 1959 – 62’
Breve análisis de las
películas vistas en el Zinemaldi (en orden de visión).
-Un triple pase (más
mediometraje).
Yunbogi no nikki / Yunbogi's Diary - 1965 – 30’
Etsuraku / Pleasures of the Flesh (Los placeres de la carne) - 1965
– 90’
Nihon shunka-ko / Sing a Song of Sex - 1967 – 103’
y
Muri shinju: Nihon no natsu / Japanese Summer: Double Suicide - 1967
– 98’
“Yunbogi” es un mediometraje casi. Sobre el hambre que se
pasa en la época, y sobre el hambre que pasa este niño
coreano en particular. Se repiten continuamente las frases, pero
añadiendo la palabra “coreano”. No es que sea
demasiado interesante, si no más bien aburrido.
Ver tres películas seguidas de Oshima en una tarde no es una
tarea sencilla para nuestro cerebro. La primera de 1965 y dos
más de 1967.
Etsuraku
“Etsuraku” es la que tiene un guión mas
clásico. Trama casi hitchcokiana. A un hombre se le presenta un
hombre testigo del asesinato que ha cometido en un tren (ha matado al
antiguo violador de su presente novia). El testigo de este hecho le
ofrece 20 millones de yenes de la época, o más,
desfalcados, y le pide que los guarde, que volverá a por ellos a
los cinco años, cuando salga de la cárcel. A cambio, no
irá a las autoridades para dar cuenta de lo que ha visto. En
este tiempo, el protagonista, Atsushi, se ve abandonado por su novia,
que se casa con otro, y decide gastarse la pasta en un año,
intentando comprar el amor de una mujer. Pero la cosa no es tan
fácil. Primero, con una camarera al servicio de la yakuza.
Después, con una enfermera virgen. Después, con una
prostituta sorda. Intentar entender los comportamientos que vemos en
pantalla no es fácil. El final es clásico también.
Lo mejor de la película son las secuencias oníricas, las
visiones de Atsushi que tiene sobre su novia, muy guapa, y el testigo
que se le aparece a por el maletín.
Nihon Shunka-ko
“Nihon shunka-ko” ya es otra cosa. Se me ha hecho larga.
Cuatro estudiantes se obsesionan con una chica, la estudiante 469. Se
van de borrachera con su profe, una especie de homenaje a Dazai, y este
se suicida. Uno de los estudiantes podría haberle salvado, pero
ni le va ni le viene.
Película que trata de mostrar esa indolencia de la juventud
japonesa de aquella época. Escena de la manifa con banderas
japonesas con círculos negros. Muchas canciones un poco molestas
por su repetición sin ton ni son, según mi pobre
comprensión de las escenas. En un lago, chavales que parecen
hippies cantando contra la guerra de Vietnam. Allí se hace un
poco de todo, entre otras cosas violar a chicas que nada tienen que
perder carnalmente. Al final, secuencia en la clase de la universidad
en la que mientras una de ellas, la 469, es atacada, o se deja atacar,
o en resumen, provoca con lo único que puede provocar, su
cuerpo, otra empieza a contar la historia de Japón, incidiendo
en que los japoneses provienen de Corea… Uno de sus
títulos más agresivos, y que requerirían de
mayores contextos para poder entenderla mejor.
Nihon no natsu ne!
La trilogía de la tarde-noche se cierra con “Muri shinju:
Nihon no natsu”. La más satisfactoria de las tres. Un
grupo de malhechores espera a no se sabe qué batalla al
amanecer, escondido en una casa de campo. Aparece en escena un tipo que
quiere desaparecer de este mundo (Otoko), el actor fetiche de Oshima,
Kei Sato, que sale en muchas de sus películas y una chica
ninfómana (Nejiko), Keiko Sakurai, que lo único que
quiere es follar, así de claro. Se mezclan todos en una especie
de bodega inferior, y allí transcurre una hora de
película que se alarga demasiado. Por momentos parece un club
gay, con espectáculo sado-maso incluido, un vodevil al que
acuden diferentes partes del colectivo psicológico
japonés de aquella época. El que odia lo extranjero; el
asesino nato; el experimentado, la ninfómana, el indiferente.
Todo esto está bien diseñado en cuanto a vestuarios y
escenografía. Se ve con curiosidad, aunque ya digo que algo se
alarga la cosa. La película creo que intenta resumir la idea de
que la pulsión general en el hombre japonés de la
postguerra (si es que no ha sido de siempre) es la de la muerte, no el
sexo. Ella es rechazada continuamente por los hombres, como si no
existiera. Lo que les gusta a estos es más que nada hacerlo
rápido y cuando a ellos les apetece, no de acuerdo mutuo. Por
fin, salen de la bodega. Hay por ahí un extranjero que se
está dedicando a tirotear en la ciudad, un francotirador, harto
del mundo que le ha tocado vivir. Su papel en la película es
cuando menos intrigante. Poco a poco mueren todos, la mayoría
entre ellos. Antes de ser ametrallada la pareja final, es él, el
que quería morir, el que por fin atrae a la chica hacia
él y empiezan a hacer el amor a la vez que son acribillados.
La sala según pasaba la tarde, más vacía.
Poco público en el pase de "Kaette kita yopparai"
Kaette kita yopparai / Three
Resurrected Drunkards - 1968 – 80’
Seguramente la película más floja de las que he visto. La
forma de contarla adquiere tanto protagonismo que la propia historia se
pierde, para quedarse en una anécdota. Refrito de ideas de
Oshima sobre la guerra y su obsesión con los coreanos.
Repetición de papeles por parte de los actores, siendo coreanos
o japoneses, según el momento. Tosca, difícil de ver hoy
en día sin aburrirse.
La Ceremonia (una de ellas)
Gishiki / The Ceremony - 1971
– 123’
Obra maestra. En esto parece que está de acuerdo todo el mundo.
Oshima llegó a su cúspide creativa con esta
película. Contó con más medios. El argumento se va
desarrollando poco a poco, y esta vez Oshima construye lentamente la
historia de una familia, el clan Sakurada, con numerosos flash-backs,
que se comprenden perfectamente. No menos decadente que sus
películas sesenteras. Destacan las escenas de la boda fantasma,
con la novia ausente, y el abuelo como maestro de ceremonias
inútil y representante de un ceremonial pasado que ya nadie
desea. El personaje del tío del protagonista, adscrito a las
ideas comunistas, evoluciona hacia una dejadez cotidiana que interesa
como retrato generacional de tanto japonés de la época.
Escenas crueles contra las jóvenes mujeres, mientras la abuela,
ríe, y se divierte, perteneciente a las antiguas ceremonias.
¿Influencias de Masaki Kobayashi? Creo que sí. La
música es ligetiana, y se usa en la boda un tema que pone los
pelos como escarpias. Muy cuidada, muy sobria. Su canto de cisne, se
puede decir, con muy pocas excepciones.
Merry Christmas, Mr. Lawrence
(Feliz Navidad, Mr. Lawrence ) Japón-Reino – Unido - 1983
– 123’
Lo mejor del pase fue la música, que sonó grave e
impetuosa. Hay que destacar la figura de Ryuichi Sakamoto, que en aquel
tiempo, era una estrella absoluta en su país. Los conciertos de
la Yellow Magic Orchestra ya desde 1979 eran en Japón
acontecimientos impresionantes. A él se le ve un poco
infantiloide, pero hay que tener en cuenta que tenía sólo
treinta y un años, y es su primer papel (y de los muy pocos que
ha hecho para el cine). En resumen, hay que resaltar el hecho de que se
metiera de protagonista en una película como esta, y de Nagisa
Oshima, con la carga mediática que ya llevaba el hombre encima.
El papel de Bowie lo quisieran muchos actores americanos de los
llamados clásicos insuperables. El papel de Lawrence
(protagonizado por Tom Conti) también es destacable, y bien que
lo hace. El interés de la película, en mi opinión,
está en la sugerencia de que el gaijin cree entender por
momentos el alma japonesa, en unos tiempos en los que el concepto de
alma japonesa sufría un tremendo terremoto emocional y social.
A Oshima le interesa en este caso sugerir, y fijarse en los detalles,
más que poner en pantalla un personaje que sirva de
“historiador” oficial, algo que sí hizo en sus
películas de denuncia más antiguas. Quizás ya
estaba cansado. Un placer en la pantalla grande.
Arigatou!
Este doble pase siguiente “Asu no taiyo” y
“Amakusa” lo pude ver gracias a que la organización
programó un pase adicional en el cine Kresala. Un gran
agradecimiento desde aquí.
¡Qué cosas!
Asu no taiyo /
Tomorrow's Sun - 1959 – 6’
Uno piensa que en realidad el cine japonés más cotidiano,
el que veía el pueblo japonés de finales de los 50
debía ser como lo que se ve en este corto, muy alejado de lo que
el propio Oshima y sus coetáneos harían poco
después. Gracias a estos pocos minutos, nos podemos dar cuenta
de estos importantes detalles.
¡Ay!
Amakusa Shiro Tokisada /
Shiro Amakusa, the Christian Rebel - 1962 – 101’
En realidad, el segundo título de corte clásico. Retrata
la historia de los cristianos de Shimabara, isla cercana a Nagasaki
(puerto por donde entró San Francisco Javier en Japón,
provocando con su nefasta llegada inútiles masacres de miles y
miles de ingenuos japoneses que creyeron en sus profecías). La
rebelión que cuenta la película se produjo a finales de
1637. Tras las matanza final, el cristianismo desapareció del
Japón hasta su cierta apertura al mundo a partir de 1868. Como
se ve, a la gente de Shimabara le tocó bailar con la más
fea. Película muy sobria, que se puede enlazar con
“Gishiki”, en cuanto a estilo y planteamiento, pero sin
llegar nunca a la maestría de ésta. Aún hoy en
día es irritante ver a esos pobres japoneses que se vieron de
repente con nuevas ideas en la cabeza, y ¡¡vaya ideas!!,
siendo dejados de la mano de Dios en aquella isla de salvajes que se
disputaban el poder.
Ninja bugei-cho / Band of
Ninja - 1967 – 131’
Realmente es una película dura para el espectador Occidental.
Sin demasiadas referencias históricas sobre los ninja, la
película se deja ver más por la curiosidad que representa
que por otra cosa. Pero se hace larga. Oshima filmó el manga de
Sampei Shirato tal cual, escena por escena. En sí, más o
menos dura unos ochenta minutos, y luego se incluyen escenas extras.
Pero estos extras forman parte de la película montada en su
momento. Es decir, curiosidad por partida doble esta película,
pues se adelanta en muchos años al concepto de extra. En estos extras se explica
el origen de cada personaje, y de sus poderes especiales.
Extraña sensación al ver esta película. Hay que
conocer mejor el mundo del Ninja y el manga para disfrutarla mejor.
Razonablemente, muy poco público en la sala. Cuatro de la tarde.
Buen tiempo.
Shinjuku dorobo nikki / Diary
of a Shinjuku Thief - 1969 – 96’
1969.
Película perteneciente más al ciclo de las primeras que
comento. La juventud desencantada. Ciertamente, la última parte,
en la que los personajes entran a formar parte de un teatro callejero
es muy difícil de interpretar de buenas a primeras. En esa
época los grupos de teatro en Shinjuku debían de ser muy
populares. Hasta esta parte la película me provoca gran
satisfacción. Hay una serie de planos rodados en una
librería Kinokuniya (cadena de libros japonesa semejante a
“La Casa del Libro”), quizás en Shinjuku, que me
parecen muy interesantes. Así como las citas de autores
extranjeros, como Genet, o Henry Miller. No por las citas en concreto,
si no por los autores elegidos. Se ve a multitud de japoneses como
adheridos a las diferentes baldas, leyendo, investigando. Es ese toque
de free cinema lo que
más me interesa de este título. La actriz protagonista,
Rie Yokoyama, muy guapa. Oshima sabía dejar lucirse a sus
actrices muy bien, como en general los directores de la época.
Masao Adachi figura como guionista.
Hay un pequeño “Homenaje a Cataluña” en la
película.
Ai no korida / The Realm of
the Senses (El imperio de los sentidos ) Japón-Francia - 1976
– 109’
De este título decir algo importante: se trata de la
última película de Nagisa Oshima si vemos su carrera como
una línea coherente de trabajos que tratan ciertos temas que le
interesaban. Después, ya no es Nagisa Oshima, realmente no
sé lo que es, salvando a “Merry Christmas, Mister
Lawrence”. Tampoco me interesa demasiado saberlo. Primera
película “extranjera” de Oshima, en la que entra
ayuda francesa. Koji Wakamatsu también anda metido como
productor.
Respecto a las escenas mas físicas, la película no es tan
provocativa hoy en día como lo fuera hace treinta años.
Algo normal, teniendo en cuenta la evolución del tratamiento del
sexo en el cine en general.
Sigue interesando la película como otro caso de
descripción de autodestrucción, y hay que retrotraerse a
“Muri shinju: Nihon no natsu” como referencia. La pareja
usa sus propios cuerpos como armas suicidas. Sin comer, abusando del
sake, la pareja se auto-inmola de una manera salvaje, haciendo el amor
una y otra vez, hasta que ella le quita la vida a él, y
posteriormente, ella se deja llevar por la locura más
insostenible. Dos días después será detenida
llevando en su bolso el aparato genital del fallecido. Pues la
película describe la historia de Abe Sada y su amante, Kichizo
Ishida, historia real, cuyo final llegó el 18 de Mayo de 1936.
Quizás la escena que más me gusta de la película
es cuando se ve al amante por la calle, habiendo dejado a su esposa,
yendo al encuentro de Sada. Se cruza con unos jóvenes
soldados…
Respecto al famoso juicio por obscenidad, imprescindible leer el
artículo de Daniel Aguilar incluido en el libro publicado para
este ciclo.
Okinawa de, atsui na!
Natsu no imoto / Dear Summer
Sister (Hermana de verano) - 1972 – 96’
Última película de Oshima con equipo y ayuda totalmente
japonesas. Realmente, única comedia como tal que he visto suya.
Una delicia de película comparándola con otros
títulos más grises y deprimentes.
Oshima se fue a rodar a Okinawa. Esas islas que nunca fueron japonesas
hasta antes de la llegada de su imperialismo. Hoy en día,
aún sus gentes siguen conservando su distancia con la raza
Yamato, la primordialmente japonesa, a la que se hace mención en
esta misma película.
Es una historia de gente diversa que llega en un avión a
Okinawa, y se producen una serie de enredos bastante divertidos. Con
buen sabor de boca. Quizás la más recomendable para
empezar con Oshima. No entiendo su mayor falta de distribución
entre las colecciones de cine japonés.
Ai no borei / Empire of
Passion (El imperio de la pasión) Japón-Francia - 1978
– 106’
Carlos Losilla habla [en la publicación dedicada a Oshima, p.
264] de sus recuerdos de 1978, en París, donde pudo ver el
estreno de esta película. Más tarde, una amiga suya
japonesa, Sume le escribió por carta: “Los occidentales no
podéis entender lo que significa esa película. Es como el
harakiri de un samurái derrotado. Para recuperar su honor, el
honor de la revolución, Oshima sólo puede hacer una cosa;
renunciar a su estilo, lo último que le queda”.
Efectivamente, “El Imperio de la Pasión” no tiene
nada, o muy poco, de Oshima. Es una historia de amores
adúlteros, de fantasmas, bastante alargada, y con un final que
se ansía, pues la historia no da para más. Una pena.
Aunque todavía le quedaba rodar “Merry Christmas, Mister
Lawrence”, que de alguna manera le honra el doble, el triple, el
haberla hecho como la hizo, y que le añade mucho valor. Ya
estamos en 1983.
eiga kana...
Sería interesante seguir completando poco a poco, y ya en casa,
la filmografía de Nagisa Oshima. Aquí he dejado los
apuntes que he podido, y he descrito su trabajo lo mejor que he podido,
dadas mis limitaciones de tiempo y de espacio. Por último,
agradecer a la organización del Zinemaldi, y en concreto a su
director, José Luis Rebordinos, el haber podido disfrutar de
este ciclo. Un lujo, en 2013. Muchas gracias.