Le
debo agradecer al Santo Pater su visión.
Él me había comentado que era muda, pero
igualmente, y ya por costumbre, la vi con los auriculares puestos. En
los títulos de crédito, aparecía el
apartado de música, y fui pensando, según
veía la película, que todo debía ser
una broma al estilo, pues yo no escuché ningún
sonido en toda la película. Y no hay más que ver
el cartel de la película anunciando su música
sinfónica.
Más tarde, cuando me dispuse a ver otra cosa, me
di cuenta de que seguía sin oir nada, y aquello ya no era
normal. En fin, que los auriculares estaban mal conectados, y vi "The
Call Of Cthulhu" muda, y sin sonido, esto último, por error.
Y me alegré de ello. Tras comprobar
después qué tipo de música
había sido añadida, me di cuenta de que
todavía la película es más sugerente
viéndola sin ningún sonido. De hecho estaba
convencido de que en el momento en el que uno de los personajes habla
del terrible sonido que escuchó en aquella maldita isla, el
director le invitaba al espectador que imaginase por su propia cuenta
el sonido.
En resumen, un acierto de homenaje, en estos tiempos que
corren, tiempos en los que Lovecraft no sé que
haría para no volverse loco de verdad.
Hablando de locura, os dejo aquí un test de lo
más simpático creado por la HPLHS, para comprobar
hasta qué grado estamos locos. Solo para lectores irredentos
de Lovecraft, y para los que duermen con una lucecita roja al lado del
futón.
http://www.cthulhulives.org/SanQuiz/SaniTest2.nclk
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El Precioso
Legado de los Señores de
Valdemar
12 Octubre 2006
De
vez en cuando, lo reconozco, acabo empachado de literatura japonesa.
Puede influir que me la tenga que leer casi siempre en
inglés, o que por muy diferentes que sean los autores entre
sí (pongamos a Abe Kobo y Osamu Dazai por ejemplo - los dos
últimos que he leído) en conjunto lo son mucho
más ellos para mí, que entre ellos mismos.
¡Son japoneses!
Tengo por aquí, al lado de mi alcoba inexistente,
en unos pequeños cofres de madera de pino, cerrados a cal y
canto, para que no se acumule el polvo que invade mi humilde morada
ortodoxa, una serie de libros y libritos, que se han ido acumulando con
el tiempo de la manera más prodigiosa; y en esto, creo que
bastante le debo a mi camarada Imanol, un tipo que mueve hilos a lo
largo y ancho del mundo, sin salir nunca de su buhardilla con una sola
ventana perfectamente redonda.
Dos de estos libros son sendas recopilaciones de relatos
fantásticos y de terror, y casi sin duda, la mejor doble
antología que hay publicada en España. Editorial
Valdemar. Año 2003 y 2004. Volúmenes 200 y 214 de
la serie El Club Diógenes.
Portada
del volúmen 200. 40 relatos. 982 páginas
Portada
del volúmen 214. 36 relatos. 964 páginas
En
el primer volúmen podemos leer obritas tan
perfectas como La Muerta Enamorada de Théophile Gautier, El
Grabado de M.R. James, o El Síncope Blanco de Horacio
Quiroga.
Del segundo estoy disfrutando ahora. No creo que sea
aconsejable leer un volúmen de estos del tirón.
Lo mejor es tenerlos siempre a mano, como si fueran (que lo son)
auténticas Biblias. Abrirlos por la página que
elija el destino, y dejarnos llevar.
En este segundo volúmen como digo, he estado los
dos últimos días, acabando por elegir a Hoffmann,
Bierce, Maupassant y Stevenson.
No van a salir más nombres de estas
antologías por mi parte, evitando el riesgo de quedar como
más pesado de lo que ya lo soy -
¡¡¡pero comprároslos!!!,
caterva de monjes agrietados, no penséis que estos tomos van
a salir en alquiler de la mansión Fementida sin volver a
vender vuestras almas a cambio.
(Tampoco van a salir argumentos ni es por ellos. Lo
único que voy a a hacer es transcribir la primera frase de
los cuatro relatos).
Vaya cuatro personalidades:
Maupassant y Stevenson nacieron en 1850 los dos, muriendo el
francés en 1893 y un año más tarde el
escocés. Hoffmann nació en 1776 y Bierce
murió presumiblemente en 1914. Aproximadamente, en estos 150
años (1775-1925) se fundó, cristalizó,
evolucionó, y se podría decir que
murió el género del clásico relato
fantástico-de terror (fantaterror, como diría
alguien que yo me se).
El
terror no proviene de Alemania, sino del alma (E.A.P.)
Cuando
pienso en literatura alemana es verdad que el primer
nombre que se me viene a la cabeza suele ser el de Goethe. No porque
sea el más famoso, el mejor o el peor, es porque
verdaderamente he leido lo bastante Goethe como para considerarlo una
especie de padre. Es de estos señores que siempre acaban
teniendo la razón. No se en qué
montaña nació el tipo, pero desde que
tenía seis meses, seguro que ya les debía de ver
al resto de alemanes por encima, dándole vueltas en su
cabecita a la idea de cómo hacerlos mejor. Y en general, al
resto de Europa.
El que podría ser mi colega ideal
alemán es E.T.A. Hoffmann. Más cercano siempre a
la vida real, amante de la tertulia acompañada con abundante
ponche, y sin embargo, con una capacidad única de describir
las posibilidades del arte y de lo sobrenatural, sin olvidarnos de su
socarrón sentido del humor.
Ernst
Theodor Amadeus (E.T.A.)
Hoffmann, 1776-1822
La
Iglesia de los Jesuitas de
G*** se llama su relato.
Las primeras páginas han sido por fuerza un
reajustamiento de épocas, estilos y culturas.
Dice la primera frase:
Empaquetado
en una miserable silla de posta que hasta las polillas
habían abandonado instintivamente al igual que hicieran las
ratas con la embarcación de Próspero,
llegué al fin, tras un viaje desastroso, molido de
cansancio, frente a la posada del mercado de G***
¿Cuáles de estas palabras llaman la
atención? A ver...
empaquetado, miserable, silla de posta, polilla, abandonado,
instintivamente, igual, rata, embarcación,
Próspero (personaje de La Tempestad de Shakespeare), fin,
viaje, desastroso, molido, cansancio, posada, mercado.
¡Claro! No sobra ninguna palabra. Ya tenemos al
ingénuo viajante metido en una aventura, y nosotros
dispuestos a seguir leyendo.
Ambrose
Bierce, 1842-1914?
A
Bierce le toca defender el pabellón americano
del cuarteto. Personalidad todavía bastante desconocida,
conoceremos más de él con el tiempo, cuando se le
haya estudiado mejor. Al parecer murió en terreno mejicano,
en plena Revolución. Bien puedo decir que es uno de los
mayores cínicos que he leído en la vida. Sin
embargo, cuando quiere despertarnos las cosquillas del miedo y del
molesto acompañamiento de alguien muerto cerca nuestro, lo
hace con una precisión y maestría sin
discusión. En su relato Un habitante de Carcosa podemos ver
al primer hombre de la Historia que se encuentra ante su propia tumba.
¡Alucinad!
Sin embargo, en esta ocasión he leído
un relato inédito para mí, llamado El Engendro
Maldito.
Y se abre así:
A
la luz de una vela de sebo colocada en un extremo de una
rústica mesa, un hombre leía algo escrito en un
libro.
Bierce nos sugiere taimadamente cómo hay que leer
un libro. Más tarde nos enteraremos de qué va el
libro.
Guy de
Maupassant, 1850-1893
El
loco por excelencia. O sin duda, el escritor que mejor ha
representado al personaje loco. Loco en su tiempo, por supuesto. Si
Maupassant viviera en nuestros días, todos
seríamos personajes locos. Todos. Hemos abandonado nuestra
personalidad, y hemos acogido el carnet de identidad, hemos abandonado
la noche real y primigenia y hemos acogido la noche que es
sólo mentira. Dos detalles a tener muy en cuenta. Sin
meterme en más zarandajas, desde luego, como escritor de
relatos, le considero a Maupassant como el más perfecto de
los cuatro que analizo esta noche de tormenta.
Su relato se llama El miedo,
y empieza con una frase corta,
pero perfecta:
El tren corría, a todo vapor, en medio de las tinieblas.
También todos sabemos hoy en día
cómo es viajar en tren por la noche. Pero el maestro
francés nos recuerda que hay que saber mirar por la
ventanilla, e intentar no comprender todo lo que vemos a
través de ella.
Robert
Louis Stevenson, 1850-1894
No
hay que hacer demasiadas presentaciones del divino
escocés.
El relaro en este caso es Janet
la torcida.
Su primera frase empieza más pausada que las
anteriores, pero con un poder de sugerencia innato en su narrativa:
Hacía
mucho tiempo que el reverendo Murdoch Soulis era
pastor de la parroquia de Balweary, en los páramos del valle
del Dule.
Ya se nos sugiere antiguo conflicto religioso, y soledad en
los páramos.
La
más antigua y fuerte emoción de la
humanidad es el miedo, y el más antiguo y fuerte tipo de
miedo es el miedo a lo desconocido. H.P.L.
Necro
... ¿qué?
22 Octubre 2006
Fementido
se encuentra al borde de la extenuación, bien lo
sabe
mi amigo Urusai.
Pero si me dejo llevar por el cansancio, y me voy de viaje sin escribir
estas líneas, me voy a arrepentir de ello toda la vida.
6h30 a. m.
Ya ha amanecido en Osaka, y los viejillos del lugar riegan las
plácidas flores que crecen en los cementerios de la ciudad.
No
ha habido visitas nocturnas.
Sin embargo, me consta que en esta misma noche, la que
todavía
es en cierto pueblecito de Alemania, las cosas son diferentes. Los
muertos esperan visita. Y conocimiento carnal.
Exactamente doce horas antes, en cierto local bien escondido en el
entramado de calles y pasadizos secretos de Umeda, un tipo
alemán nos ha recordado que esto del suicidio y de la muerte
son
temas aptos para ser discutidos, incluso en un país como
este,
en una plácida tarde de domingo.
La
sesión ha empezado con la película Der
Todesking,
del director Jorg Buttgereit. El rey de la muerte. Versión
original en alemán con subtítulos en
japonés.
Afortunadamente, la película no tiene
prácticamente
diálogos. Pensándolo ahora, creo que ha sido
mejor verla
sin entender nada de lo que decían. El propio director, en
una
escena en la que un pobre hombre termina por volarse los sesos con la
pistola que le presta cierta chica sentada al lado suyo, altera el
sonido de la voz, de manera que se haga incomprensible. Ante el
suicidio, el discurso final que larga el tipo no tiene ninguna
importancia.
Película rodada en 1989, 80 minutos, mucho más
fresca de
lo que yo mismo imaginaba, con diversos detalles que la hacen
especialmente recomendable para verla en este país.
Escenas llenas de poder, que evocan locura, trauma, desesperanza,
inhumanidad, soledad, y empequeñecimiento.
Película hecha
con seriedad, sin guiños al espectador impaciente de que se
acabe la serie de muertes, y sin pretensiones demasiado aparentes
(dejando de lado la evidente pretenciosidad de analizar la muerte y el
suicidio en una película).
Después
de la película, había
programada lo que en
España se conoce como una tertulia, o charla
post-visión
de la película. El presentador dice cuatro cosas generales,
y
genera un debate con el público.
En Japón la perspectiva es diferente. El presentador ha
copado
más papeles de los que le pertenecen, y se ha hecho
además actor y director de la charla. De hecho,
sólo ha
preguntado él, dirigiendo a su antojo las posibles
derivaciones
de los temas que se tocaban. Temas que ya podemos suponer eran de lo
más sugerentes. Ya mismo puedo resumir lo que este pedazo de
máscara podrida nos ha descubierto en la larga hora que ha
hablado, y ¡por Dios!, ha dejado hablar al señor
Buttgereit de vez en cuando: que la aproximación a la idea
del
suicidio en Japón es diferente a la que existe en Alemania
(Europa). Ha sonreído y todo. Las miradas de odio que le
lanzaba
yo desde la primera fila creo que le han hecho guardarse su sonrisa
torcida para el resto de la noche.
¡A ver si se calla el
gafitas!
¿Qué
cojones me está diciendo el rubito este?
La
intérprete que vemos ha cumplido también su
papel a la
perfección. Ni idea de cine, experta en añadir desukeredomos
por todas partes, ateniéndose al ritmo que le indicaba el
infame
calvo japonés, quien tras darse cuenta de que
había
pasado ya una hora, pregunta al público si hay preguntas. Un
pobre chaval se ha atrevido a hacerlo, y casi se lo ha recriminado.
El impresentable presentador después ha vuelto a repetir si
alguien tenía alguna pregunta, y automáticamente
dice que
muchas gracias por todo. Hijo de puta.
La cosa no se ha quedado aquí, señores. Fementido
le ha
pillado por sorpresa al alemán a la salida del cine, y le ha
recordado que hace 14 años lo vió campando en San
Sebastián, vendiendo postulados tales como que la
necrofilia
es algo que está ahí, hay gente que tiene esta
serie de
sentimientos, y no podemos cerrar los ojos a estos hechos
(quien
quiera comprobarlo, tengo la entrevista guardada en mis personales
archivos).
Aquello fue por el estreno absoluto en España del
clásico
Nekromantik.
Hoy
el señor Jorg no ha vendido nada acerca de la
necrofilia, y
ha dejado claro que todo aquello fueron ganas de provocar, como si no
lo supiéramos entonces.
Nos vemos otro año en otro sitio.