Shiroi Kyotou
Película de 1966, Shiroi Kyotou, -la gran torre
blanca-, el hospital de Naniwa, Osaka, por antonomasia. 150 minutos de
metraje en los que se disecciona, casi a la perfección, el
pérfido sistema burocrático que asolaba, y asola, al
país nipón. Un joven doctor, cuyo padre es fiel retrato
del hombre de negocios a la
antigua de Osaka, está obsesionado por llegar a ser el
sucesor de unos de los jefes cirujanos del hospital. Muy seguro de
sí mismo, practica las operaciones de cancer pancreático
como si fueran sesiones de pavoneo ante sus compañeros. La
película se abre con una secuencia real de operación,
encaminando al espectador hacia un tipo de experiencia visual que por
momentos se acerca más al documental que a la ficción.
Este doctor, aparte de mujer, tiene su amante, y el resto de
personajes, quienes no la tienen, a la segunda, más o menos
fija, de lo que disfrutan son de las entretenedoras,
-llámense geishas, borrachas, o prostitutas-.
Pandilla de
inútiles, veréis
Jiro Tamiya, actor
que encarna a Goro, el obseso doctor, realiza su papel con
decisión, y por momentos, recuerda al bonachón de Mifune.
Nada más lejos de la realidad. La señorita de abajo tiene
buena parte de la culpa.
La putita soy yo
La
película poco a poco se convierte en un cruce de invitaciones,
opípiras cenas húmedas, prisas, mentiras, sobornos,
maletines. Lo que ya parece solucionado se tuerce en el momento en el
que un paciente fallece. Nadie había tenido tiempo para
dedicarse a él. Excepto el único personaje de toda la
película que sostiene una posición moral, el único
que es desterrado al final a otro hospital, al Norte del país.
Así de triste es el caso.
Caso que salta
a los periódicos, y a los tribunales. El cáncer, que
opera el profesor Goro, se convierte en algo omnipresente. Está
por todos los sitios. Porque a los abogados también se les puede
inclinar hacia uno u otro lado. Ser ambicioso en general no es bueno,
si se sabe que para conseguir ciertos objetivos va a ser necesario
pasar por encima de algo, o de alguien. Pero esto es muy fácil
de decir; si se nace en cierta familia, en cierto entorno, acostumbrado
a ello, es jodido escapar de la tradición, o de la
presión. Dónde empieza y dónde acaba el entorno en
la sociedad japonesa es algo difícil de dirimir. Pero si no se
cumple el objetico, el destierro, sea físico, o
psicológico, es el primer castigo.
Por
comparación, añado a esta crítica una
comparación con otra película, esta vez china, ambientada
en el Hong Kong colonial. Si bien los japoneses luchan por cierto ideal
democrático, en el que ellos se ven estupendamente encajados,
como si la justicia fuera un concepto creado por y para su pueblo,
extendido por razones que no vienen al caso, que no interesan, a otras
partes del mundo, los chinos no tienen por qué engañarse
con lavados de conciencia. La que hay es la que hay. En Echoes of the Rainbow, una familia de
zapateros, con un hijo universitario, y otro en edad de corretear por
ahí, aparece el drama del cáncer. La lucha por el poder,
esto es, por el cambio de pareceres, de turnos, de opiniones, no
es tan evidente. A fin de cuentas, esta vez se trata del caso
contrario. La ignota familia del paciente que muere en la gran torre
blanca bien puede ser la que es protagonista de la película
china.
Las enfermeras
del hospital chino son las que deciden si el pinchazo le va a doler al
joven estudiante o no, a cambio de pequeñas sumas. Como
también el llevarle o no agua a su camastro. Dos niveles muy
diferentes de crueldad, pero a fin de cuentas, la tragedia se masca, en
ambas películas. A lo grande, en la japonesa, con
pequeños pinchacitos, en la china. ¡Coño! que no
parece que haya vivido cuatro años en Osaka, y lo que parece sea
que intente escandalizar aquí al personal. Como en todo, nada de
generalizaciones, buena salud, lo primero, para todos. A partir de
aquí, a tocar, o a chupar. No hay otra. Pero esfuércense
en contarlo, por favor.
Shiroi Kyotou
la compré en Shanghai allá por Enero del 2007, y Echoes
Of The Rainbow ha sido todo un detallazo de mi amigo Bernar,
directamente traida de Shanghai, Julio 2010, recién estrenada.
Gracias. Ambas perfectas para una convalecencia de hospital, como ha
sido mi caso últimamente. Sept-Oct 2010.