26 - I - 2006 ... ¡¡ que te comas la sopa!!



Fementido os presenta, compañeros de Partido, una sana receta para que ceneis ligeritos esta noche.

"En La Sopa De Miso", novela de Ryu(nosuke) Murakami (1952, Sasebo, Nagasaki).

Hace poco que pasé por Sasebo, por lo que me alegro de haber leído la novela en estos días. Si antes escribí sobre Endo Shusaku, que nació en Tokyo y tiene su museo en Nagasaki, ahora me he enfrentado a un autor de Nagasaki que, sin embargo, toma Tokyo como su base de operaciones artísticas.


Ryu Murakami


De lo poco que conozco de Murakami, decir que fue el guionista de la sádica y ya famosa por méritos propios "Audition" y director de "Tokyo Decadence", película que tengo por casa, todavía por ver a falta de subtítulos disponibles. En ésta última, la trama central se basa en contar las aventuras (¿desventuras?) de una chica que se gana la vida en locales de SM, a la vez que visita a domicilio a ciertos señores ávidos de sensaciones que vayan más allá del "zen" sexual más cotidiano.


Tokyo Decadence


Con esta pequeña presentación, no hay que esforzar demasiado el oído para escuchar un rechinamiento mayor del acostumbrado en las cadenas que siempre llevan al hombro todos los monjes de esta parroquia local de Osaka. Algún día nos lo agradecerán desde Roma, y desde el Tsutaya también. Nunca me olvido de ellos.


En La Sopa De Miso Foto Fementido
¡¡Vamos a cocinar una ración para unos 120 millones de personas!!



INGREDIENTES Y RECETA DE LA SOPA DE MISO


I.- Elaboración (cójase la versión inglesa y tradúzcala del inglés - es más fácil y barato)

Cualquiera que lea esta novela desde Europa, sin haber estado nunca en Japón, la entenderá como buenamente quiera, pero no creo que pueda entenderla muy bien en realidad.
Bueno, que no se desmoralicen los benditos que nunca han llegado hasta aquí. Por ejemplo, leer a Kawabata no cambia mucho las cosas. Le seguiré sin entender sus metáforas, de las que tanto gustan los japoneses que quieren serlo más que nadie, aunque lleve 20 años viviendo al lado de algún templecillo budista en las montañas de Nara.
Que no quiere decir que entienda del todo "En la Sopa de Miso", entre otras cosas porque pienso que se pierde bastante en la traducción, seguro. Y los alegres buitres editores españoles no tienen más mérito que publicarla en castellano, como otras muchas, a partir de la traducción inglesa. A este respecto, todavía estamos por lo menos en el siglo XVIII, cuando toda Europa ya tenía traducciones ejemplares del Quijote, y en España habría que ser una rata monstruosa de biblioteca, supongo, no para leer a Goethe, sino simplemente para saber que existía un tipo germano que se llamaba asi.

Así que me he leído la novela en inglés.


II.- Si le apasiona el gazpacho, no siga cocinando la sopa de miso.

Será que me estoy haciendo viejo. Al pensar en si de verdad puedo entender "En la Sopa de Miso", quizás me debería preguntar primero si entiendo "En El Gazpacho". Ese líquido rojizo, que si hubiera sido algo japonés, le hubiera venido que ni pintado este nombre a Murakami para titular esta novela, donde la sangre cobra importancia por momentos.
Con esto quiero decir que si ya ni siquiera entiendo a la juventud de mi propio país, difícilmente puedo hacerlo con la japonesa. Los esquemas por los que se mueven los chicos y chicas de 15 años, más o menos hacia adelante, en España se me escapan. La forma de hablar, de comunicarse, de respetarse, de vestirse, de llenar su ocio, de interesarse por las cosas... en fin, que tampoco es que me muera por conocerlo. Curiosamente, me interesa mucho más saber qué se le podrá pasar a cualquier adolescente japonés de 15 años por la cabeza que saberlo de uno español. Quizás no sea muy diferente. Cada vez más parecido.


III.- Si piensa aliñar la sopa con Coca Cola, olvídese de la sopa.

Japón perdió la guerra de la peor manera posible, y en el peor momento posible. Pongamos por caso que la II Guerra Mundial hubiese terminado en 1900, al mismo nivel tecnológico que en la realidad. Para 1910, por ejemplo, habrían reconstruido en buena parte su país, y en ese régimen "democrático" creado por los americanos, el país seguiría su curso, como cualquier otro.
La gran diferencia en este caso hipotético que hubiera habido es que la terrible ola de importación de cultura yanki que hubo en los años posteriores a la guerra habría sido muchísimo menor que la que se produjo en la realidad. Simplemente por falta de cultura. Todavía no habrían llegado a EEUU las cabezas pensantes europeas que en realidad levantaron aquel país a nivel cultural, y lo poco que habría en Japón en aquellos felices años veinte de cultura americana serían detalles sin importancia (guitarras acústicas malsonantes y latas de cerveza, esta es la imagen que se me viene a la cabeza).
Pasando los años, llegan los 50 y 60, y ésta es una época en la que me da la sensación de que aflora ya hacia el mundo, de manera imparable, cierta cultura secundaria americana, que no tiene nada de raíces europeas, y que es en buena parte la raíz de toda la mierda que nos rodea hoy en día - básicamente el rock&roll seudoracista, los gritos de odio de la música negra, la estúpida contracultura de los hippies, la violencia de los reaccionarios, por no hablar de la santificación mundial de deportes y tradiciones locales, léase beísbol, westerns, coches cuadrados de alta cilindrada, etc, etc...

En el caso irreal, Japón hubiera estado preparado como pueblo para no someterse a este hediondo marremoto que les vino en la realidad. Como lo estaban los franceses.
En realidad, lo que quiero decir con todo esto, "en el peor momento posible", es que los japoneses nunca tuvieron un tiempo de reacción mínimo contra la invasión de cultura americana de aquellos años. Bastante ya tuvieron en los años 40 y 50 con levantar de nuevo el país, como para darse cuenta de que los críos de los padres que se mataban trabajando llevaban horas y horas mamando de una botella de Coca Cola.


IV.- En este punto de cocción, no deje de vigilar a su vecino, por favor.

Escribía antes acerca de leer la novela desde Europa (o desde cualquier parte del mundo excepto los EEUU y Canadá). Pienso que cualquier norteamericano familiarizado con la novela del género "psycho thriller" tiene bastantes ventajas a la hora de entender esta novela. Primero porque más allá del género en sí, un asesino en serie puede estar considerado allí algo tan real como cualquier vendedor de coches usados. Una especie de estratito más en la sociedad. Al ver películas como "Wisconsin Death Trip" o "Ed Gein", uno se da cuenta de que los americanos tienen muchos antihéroes que no dejan de ser héroes para muchos.

Nosotros no tenemos esta cultura. Se nos pueden escapar detalles.
A los japoneses no se les escapan tanto. La mamada de Coca Cola que llevan encima les permite entender algo mejor a los yankis.
Llegan los años 70 y 80 y aparece toda la ola de cine de terror tan conocida por los que navegan en estas desoladas páginas. La literatura de horror también corta hilos con los antiguos miedos europeos. Todo de repente son cuchillos y adolescentes.
Por debajo de esta ola, estaba ya asentada otra, como un poso podrido en todos los cafés servidos en esos bares de desierto o de jungla de asfalto, desde hace a saber cuánto tiempo, toda la cultura del realismo sucio americano. Recuerdo ahora "The Driller Killer" (Abel Ferrara, 1979), una película donde se expresa esa suciedad mental que se esparció en los años 80 americanos, esos años de la subida final al trono por parte del consumismo feroz y de la industria del "entertainment", siendo especialmente recurrente la del sexo. Un tipo que no tiene otra cosa que hacer para relajarse que taladrar la cabeza y los cuerpos de la gente que se cruza por su camino. La película no da miedo. Da asco.

En 1991 se publica una de las Biblias de lo que es la cultura americana contemporánea: "American Psycho", de Bret Easton Ellis. Que nadie se lleve a engaño con la película, que es un cuento de niños. Recomiendo firmemente leer la novela y ver cómo el protagonista, Pat Bateman, es lo que puede ser un ciudadano americano medio, extirpándole las hormonas de asesino en serie que aquél lleva encima. Una maravillosa novela, en serio.

Una vez más el tiempo le juega una mala pasada a los japoneses, y se encuentran con que les estalla en la cara la burbuja de dinero y de especulación en la que habían vivido los felices años 80. La puñalada trapera que les pega el sistema que adoraban y adoran tanto. Todo bonitamente importado. Con la pegatina Made In Usa.

Así va este país a veces. Juntando a la ya de por sí inquieta y turbia mente japonesa con la auténtica suciedad americana, en Japón podemos intuir agujeros negros de comportamiento en la realidad cotidiana. No ya intuimos, leemos noticias que son difíciles de leer en cualquier otro país. Algunas imposibles. Y más tienen que ver con el sexo que con la violencia, aunque esto, una vez más, es una intuición.


Sopa De Miso ¡Qué rica!
¡¡Que te comas la sopa!!

Con estos ingredientes, en mi parcial y esquinada opinión, Murakami escribe su novela.
No hay más que leerla.

El lector podrá aprender algo del nocturno Kabuki-cho de Tokyo. Pero como al protagonista Frank, el americano que aterrizó en Tokyo en busca de placeres prohibidos, aún con la cartera repleta, se le quedarán en el tintero muchas preguntas. En realidad, no llegará a probar la sopa de miso.
Murakami, no se si con espléndido cinismo japonés, en la cuarta página de la novela advierte que:
But you´ll never see a weekly city guide like Pia o Tokyo Walker published in English. Not in this country.
Jodidamente cierto. Y el que no haya vivido en Japón no puede darse cuenta de la importancia de esta frase. Lo demás son detalles, podría decirse.

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