11
de Enero de 2006
No es Rashomon, es Akutagawa
La sombra de la tradición literaria europea es bien larga.
Empecemos por el señor Poe.
Alguien que básicamente escribió relatos, influenciado
sin duda por sus raíces europeas, llevó al género
del cuento de horror a la perfección. Aparte de esto,
llenó sus trabajos de ironía, crítica, sarcasmo y
de cierto desprecio por el género humano.
Si Poe hubiera sido japonés. seguramente habría acabado
sus días suicidándose, pero de la sombra que mamó
él toda su vida (en la que el suicidio sólo parece -o
parecía- estar destinado al poeta loco alemán) lo que
obtuvo a cambio del suicidio fue un juego a vida o muerte con el
alcohol, en el que acabó perdiendo.
Es el señor Ryunosuke Akutagawa (1892-1927) quien se
acabó suicidando, siguiendo su propia tradición, y a
él es a quien creo que se le puede llamar (en el buen sentido)
el
verdadero Poe japonés (y con esto no creo que haga de menos
a Rampo Edogawa (1894-1965), el escritor de relatos de detectives que
se hizó con el nombre de Edgar Allan Poe en japonés y se
lo instituyó como seudónimo, que le daría un
nombre en la historia de la Literatura por sí mismo, de paso
homenajeando para siempre al maestro de Boston).
A Akutagawa le tocó en el ring literario de su época
(años diez y veinte) luchar contra dos corrientes que eran las
preponderantes entonces:
- la novela "proletaria", en la que por fin parece que los japoneses
empezaban a describir cómo era la vida real y práctica de
cualquier trabajador normal, dejando de lado los esteticismos. O por lo
menos, esta es la imagen que tengo yo de este tipo de novelas. No es
fácil encontrar traducciones de esta corriente. No es
fácil tampoco decir qué es lo que entra o no dentro de
este concepto.
- la novela naturalista, en la que en realidad, se puede incluir la
anterior. Y generalizando, lo que se escribe en Japón por
aquella época es novela realista. Tras los cambios producidos en
la era Meiji, los escritores necesitaban contar cosas. Se empaparon de
novelas rusas y francesas, poco a poco descartaron de su campo de
trabajo la parte de crítica social (excepto en las
"proletarias") y usando la primera persona (tipo de novela
shishosetsu,
en japonés), sea literalmente o lateralmente (inventando un
personaje, narrando sus aventuras en tercera persona, pero con una
clara influencia de la propia vida del escritor), y empezaron a
confesar.
Lo que hizo Rousseau hacía 150 años en Europa, lo hacen
los japoneses en estos años de despertar.
Si alguien ha llegado a leer hasta aquí, quizás
también haya leído algo de lo que escribí sobre la
novela de Arishima Takeo, El Laberinto, en la que a través de la
confesión, y la descripción de conflictos morales y
emocionales, el escritor trata de hacerse un sitio propio en la
Realidad, huyendo de cierto vacío, y buscando la Verdad. "El
precepto roto" de Shimazaki Toson es otro buen ejemplo de todo esto.
Sin tener en cuenta las licencias que hay que dar a un artista para que
transforme en ficción lo que es realidad sólo para
él en este género de novelas, se podría llegar a
la conclusión de que nos tenemos que creer que el artista nos
está contando la verdad, que lo que escribe lo siente de verdad,
y de que en realidad, el autor quiere llegar a, por lo menos, cierta
Verdad, con la experiencia de la escritura.
Akutagawa lo que hace es renegar de todo esto. No se lo cree. No
escribió ninguna novela. Volviendo al Poe del principio,
Akutagawa también adoptó para sí la sátira,
la ironía, el cinismo, etc... y escribió relatos
tendentes a lo fantástico, lo absurdo, lo grotesco y lo
horroroso, usando el simbolismo y el surrealismo a su manera.
Como Poe también, Akutagawa prefería dos páginas
de combinaciones perfectas de palabras a largas páginas de
descripción o confesión.
Así pues, en la vida real, en sí mismo Akutagawa fue un
individuo, no un representante de su tiempo, retirado, gustoso de la
soledad, odiando la estupidez, codicia e hipocresía humana,
dejándose de fáciles críticas sociales e
introspecciones.
Una buena muestra de todo esto es su relato "Yabu no naka" ("En el
matorral").
El cadáver de un samurai es encontrado en unos matorrales
cercanos a Yamashina, Kyoto.
Usando siete puntos de vista diferentes, los de seis personas distintas
y vivas y el de un médium que narra desde la voz del muerto,
Akutagawa nos presenta claramente, en unas pocas páginas
maravillosamente construídas, cómo lo que cuenta una
persona, por muy verdad que parezca, es mentira. Tiene que ser mentira,
porque el mismo hecho es contado por otra persona de otra manera.
Los elementos comunes a la verdad es que un salteador de caminos llega
a maniatar con una cuerda a un hombre, mientras viola a la mujer de
éste, en un matorral.
A partir de aquí, lo que cuenta la madre de la violada, el
acusado y detenido salteador, la mujer violada y el hombre muerto a
través del médium hay que tomarlo con precaución,
porque en las declaraciones de cada uno, hay contradicciones
básicas.
Y aquí se acaba el relato. El lector nunca sabrá
qué ocurrió de verdad en este caso. Sólo los
hechos de la violación, la muerte y la detención del
violador.
De los motivos que tiene cada personaje para contar lo que cuenta, que
cada uno saque sus conclusiones. Éste es el papel de Akutagawa
como narrador impersonal de esta historia. Ese narrador impersonal que
tanto me recuerda a mí a Poe.
Aquí hay un link al relato, en castellano:
http://www.ciudadseva.com/textos/cu...kuta/bosque.htm
Del relato "Rashomon", primero decir que poco o nada tiene que ver con
la película de Akira Kurosawa. La película en realidad se
basa en "En el matorral", y si me memoria no me falla, no creo que haya
visto esta película todavía.
"Rashomon" es un relato de lo más poderoso. Un samurai a las
puertas de la indigencia, se ve en la obligación práctica
de tener que robar para seguir viviendo. Sus códigos morales se
lo impiden, pero dentro de la gran puerta de Rashomon de Kyoto, donde
se acumulan los cadáveres de los no queridos por nadie,
cambiará de parecer.
En su relato "Hokyonin no Shi" (El
mártir), describe una serie de hechos en torno a la Iglesia de
Santa Lucía, en Nagasaki. Es difícil no pensar en que hay
bastante ironía y cinismo en este relato hacia el cristianismo,
o es que quizás sea yo el que quiera buscarle tres pies al gato
en este relato.
Y quien quiera leer más, que siga con el propio Akutagawa.
Hace unos 5 años y medio leí alguno de sus relatos, y
entonces no creo que llegué a disfrutarlos del todo.
Quizás porque los leí deprisa y hay que leerlos con
calma. No porque sean obras de ocho o diez páginas, signifique
que uno puede acabar con ellas igual que con ocho o diez páginas
de una novela más lárgamente construída. Un poco
de paciencia con el maestro Ryunosuke.
Creo también que la influencia de este escritor en el
"colectivo" japonés es bien fuerte. Lo tienen, digamos,
canonizado. El premio literario más importante del país
se llama "Akutagawa". Cuando el otro día le enseñé
a un conocido japonés el libro, lo cogió, lo miró,
y me lo devolvió, sin decir ni pío, y poniendo una cara
como diciendo:
¿Por qué este extranjero intenta leer lo que no va a
poder entender?
Como siempre, la duda está presente en estos casos. Lo
interesante, y creo que me repito, sería poder hablar con un
japonés, abiertamente, de cuáles son las conclusiones que
él saca cuando por ejemplo lee "En un matorral". Pero esto es
ciencia ficción, género al que recurro habitualmente para
no terminar demasiado mal una noche de estas en casa.
El otro día ví una película japonesa, "Jigokuhen"
(Retrato del Infierno), de un tal Shiro Toyoda. Está basada en
el relato del mismo nombre de Akutagawa, y muestra las diferencias que
hay en la vida que lleva el señor feudal y la que llevan sus
sirvientes, el pueblo en general. El señor, un personaje que
bien podría ser el Príncipe Próspero de "La
Máscara de la Muerte Roja", que en la búsqueda de la
distracción para olvidar el mal que le rodea y él ha
creado, encontrará la venganza de un extraño pintor,
(coreano, je,je), que le hará ver en vida, a través de
sus lienzos, lo que es el verdadero infierno.